El progreso es una palabra difÍcil para ser pronunciada en San Fernando y en toda la provincia de Colchagua. DifÍcil porque no se palpa a menudo, porque no se tienta, porque el progreso es como esas muchachas de principios de siglo cuyos encantos eran só elo descubiertos en las alcobas matrimoniales. Bueno, ¿y por qué?
El porque de la antipatÍa que nos rodea. ¿Dónde se encuentra ese por qué? Se encuentra en varias partes. Primero, en la desocupación, en la falta absoluta de fuentes de trabajo. Segundo, lo primero indica que no hay fuentes de producción y este es un segundo factor de importancia trascendental.
¿Por qué no hay fuentes de producción en Colchagua? ¿No somos acaso una provincia agrÍcola rica, llena de posibilidades? SÍ, pero no hay fuentes de producción. ¿Y por qué no hay fuentes de producción? Porque no hay interés en que existan. Hay miles y miles de hectáreas con maleza o simplemente dedicadas al pastoreo, sin fuentes de riqueza, lo que provoca falta de trabajo, obligando a la gente joven a huir de nuestro medio. Los que se quedan son los menos, se van a bancos, a la CompañÍa Chilena de Tabacos, a una que otra peguita fiscal y se acabó.
El comercio recibe la oleada y se debate a empujones, carreras con las letras y los cheques. Sin el movimiento que producen las fuentes de producción, la cosa se pone de color de hormiga.
Por eso somos antipáticos, porque para que se arregle una calle tenemos que esperar un siglo. Es más fácil cambiarle nombre que pavimentarla. Porque para poner luces decentes en la ciudad tendremos que esperar que primero las ponga Lo Moscoso, ya que Rengo, San Vicente de Tagua Tagua, etc., ya se han dado la elemental comodidad de luces a gas de mercurio.
Un conocido hacendado, que tiene mil cuadras de terreno, decÍa: “¡Cuidado que esto termine! … ¡Es injusto que yo tenga mil cuadras cuando hay cientos que no tienen dónde caerse muertos! … Si hay que entregar la tierra, yo seré el primero. Que me dejen un pedazo para reposar mis huesos”. Y luego agregaba con el gesto malicioso de los huasos ladinos: “Y no crean que a mÍ me pillan desprevenido. Mis hijos son profesionales y se ganarán la vida perfectamente. Hay que tener cuidado, esto no puede seguir asÍ”.
El hacendado seguramente tiene razón. Son desequilibrios muy grandes éstos, que no podrán permanecer eternamente. La mitad del mundo ya lo ha entendido asÍ y hoy, en Occidente, se está declarando la lucha más horda contra los sistemas añejos, viejos ya, sin destino y sin porvenir.
Nosotros, los que vivimos en Colchagua especialmente, estamos sirviendo de testigos obligados a lo que representa para el progreso este actual estado de cosas. En cambio, la transformación es inminente. Ni hoy, ni mañana, ni este otro año… pero vendrá, porque las leyes económicas y sociales son imperturbables, lo mismo que las de la naturaleza. Después de esta larga noche oscura del atraso, de la antipatÍa, aparecerá la aurora maravillosa que hará de nuestra tierra una tierra bendita, no por unos cuantos goterones de agua bendita, sino que bendita por la mano del hombre que se posará sobre ella y le arrancará los frutos que darán felicidad y tranquilidad a los suyos.