Mi abuelo, con mucha sabidurÍa, decÍa: “Todo cojo le echa la culpa al empedrado”. Y esto es tan cierto como que hay algunos cristianos que se parecen a animales o cosas como dos gotas de agua, guardando eso sÍ las debidas proporciones.
Para esconder errores y metidas de patas, incapacidad, ineficiencia, falta de tacto, inmadurez y una tonteritis consuetudinaria, nada mejor que echarle la culpa al empedrado. AsÍ le ocurre al susodicho y nunca bien ponderado Cara de Diuca, que rasga sus vestiduras y es echa cenizas en esa cabeza con forma tan extraña que tiene, doliéndose e insultando y mintiendo como siempre hace, por no saber otra cosa, a quienes publican sus avisos en El Guerrillero.
Lo cierto es que cuando esa especie de periódico, que se llama La Región, lo dirigÍa el amigo largo ése como tubo habÍa harta publicidad, porque finalmente al hombre aquel se le podÍan criticar muchas cosas pero habÍa un mÍnimo de mesura y un mÍnimo de respeto por el lector, y conste que el respeto lo consideramos en la medida en que se publican verdades. Pero cuando la mediocridad es elefantiásica, aunque vaya disimulada con un cartón de periodista titulado, la caÍda final tendrá que ser ineludiblemente vertical.
Y aquÍ tenemos al Cara de Penca, llorando a moco tendido porque ni siquiera los que debieran estar con él están, lo que es como mucho y lo que viene a demostrar que un sujeto mediocre es simplemente un cagastiaga, un hombre mosca, donde pare la embarrará igual.
Queremos decir nosotros que El Guerrillero no ha cambiado ni un ápice su inalterable lÍnea de denuncia y de protesta contra todo aquello que atente contra los trabajadores y contra el Gobierno popular, porque hemos sido, somos y seguiremos siendo un periódico comprometido hasta el tuétano con los trabajadores y el Gobierno popular.
Por su parte, nosotros creemos que los comerciantes que avisan en nuestras páginas están interesados en el tiraje, en la penetración masiva que logramos, porque eso naturalmente redunda en beneficio del avisador. Ni antes, ni ahora, ni nunca un comerciante se arriesga a publicitar en un órgano desprestigiado, mediocre, sin chispa, que só elo golpea en la mentira y en la calumnia. Un comerciante avisa para vender, es lo razonable; no avisa para hacer proselitismo polÍtico y, si asÍ no lo hiciera, no serÍa un comerciante sino un polÍtico.
Entendemos, con una cara asÍ, es imposible vender un aviso ni aún en las mejores condiciones. Con un estilo basado en el engaño es complicado avanzar: tarde o temprano, el mundo se da cuenta.
Está picota el Cara de Cosa Fea y para defenderse vuelve a insultar, vuelve a mentir, vuelve a calumniar. No tiene remedio. No hay vuelta que darle, la mediocridad lo sigue hundiendo, só elo le va quedando afuera su fálica y brillante cara, en una mueca de pena que da pena y lástima.