Lanzadas ya las cartas sobre la mesa, pasado el trabajo agotador de la lucha electoral, hoy só elo nos queda ver hasta qué punto nuestro voto ha obtenido éxito para elegir una representación parlamentaria que defienda auténticamente los derechos de nuestra provincia y exija las soluciones de fondo que se precisan para salir del atraso colonial en que nos encontramos.
La representación parlamentaria debe hacer conciencia exacta del estado crÍtico en que se encuentra nuestra provincia. Debe dejarse de oficios y del trabajo individual de cada uno para tapar una rotura aquÍ y otra rotura allá. Hay que elaborar un plan completo para hacer que Colchagua avance.
Tenemos que pensar, antes que nada, en que nuestra provincia no tiene fuentes de producción y por ende carece de fuentes de trabajo, lo que produce una migración tremenda hacia otras provincias, especialmente Santiago. La falta de propios recursos ahorca el progreso por todos lados. La Corporación edilicia debe ir avanzando con paso de tortuga ante la falta dramática de ingresos, debiendo recurrir a préstamos para lograr dar dos o tres pasos adelante.
El cáncer que mantiene la parálisis aguda del progreso en Colchagua es la mala distribución de la tierra, que mantiene la desocupación latente sin poder absorber la mano de obra que sobra, creando un serio problema de desocupación en toda la provincia.
Al carecer de minas como O’Higgins o de una mejor distribución de la tierra como Curicó, nos hace marchar a la zaga. Necesitamos antes que nada, señores parlamentarios, fuentes de producción que crearán fuentes de trabajo, con lo que ello equivale para el desarrollo progresivo de una provincia. Si la agricultura no prospera y una reforma agraria auténtica está lejana todavÍa, tratemos de convencer que nuestra posición geográfica favorece la instalación de grandes industrias.
Tenemos buen ferrocarril y un camino longitudinal a dos horas y media de la capital, luz eléctrica y agua potable, terrenos comprobadamente asÍsmicos, cercanos al puerto de San Antonio, mano de obra abundante, etc.. Todo está a punto, só elo falta que los senadores y diputados colchagüinos le pongan el hombro a la tarea actuando en forma conjunta.
El proyecto de Baltazar Castro, de compartir los beneficios de la ley del cobre, es una de las palancas más efectivas para ir saliendo de la encrucijada y preparar mejores condiciones para hacer de Colchagua, tierra sin terremotos, un escenario tranquilo y seguro para el florecimiento de grandes industrias que darán trabajo y movimiento a toda la zona. Todo esto redundará en grandes beneficios para la provincia: mejores caminos, construcción de puentes, pavimentación, mayores escuelas, y habrá necesidad urgente entonces de un gran y moderno hospital regional, uno de los más grandes problemas en el departamento de San Fernando.
Es hora de dejarse de leseras. La ciudadanÍa mira con ojos esperanzados a la representación parlamentaria colchagüina. Ella puede dar la lucha por nuestro progreso. AsÍ lo esperamos todos.