El pueblo de Chile celebra alborozado un año más de independencia nacional. En un 18 de septiembre de 1810 se alzó la palabra libertad en toda su estatura magnÍfica. Llegón los huracanes renovadores que se sentÍan en las selvas de América, por los viejos caminos de los indios, hasta sacudir los carcomidos andamiajes coloniales. BolÍvar, Sucre, San MartÍn, O’Higgins, José Miguel hicieron galopar sus caballos por el continente mientras la monarquÍa española se desmoronaba. Bien.

Pero hoy, el anhelo grande de la libertad continúa clavado en el corazón de América, en el corazón de Chile. Nuestra independencia económica y nuestra independencia polÍtica. No podemos tener una auténtica libertad si estamos amarrados al carro de los monopolios. No podemos decir que somos enteramente libres si estamos dependiendo de una nación imperialista para sobrevivir.

Y llegó la hora de nuevo. Desde Sierra Maestra hasta los Andes, todavÍa se siente el galope de los libertadores del siglo pasado. Hoy vienen nuevos libertadores: la clase obrera y campesina que se está remeciendo como los volcanes del sur, para sacudirse de los yugos opresores, en busca de su liberación, en busca de pan, en busca de alegrÍa para sus hijos.

Vivimos un ambiente parecido al que existÍa a principios del otro siglo. Algo anda sucediendo en las selvas y caminos de América. Chile, paÍs hecho para ser libre, territorio de hombres rebeldes que pelearon trescientos años contra los españoles, ha tomado la tea de la independencia, de la auténtica independencia, y en batallas de nuevo tipo triunfará como antes triunfaron O’Higgins y San MartÍn.

¡Viva nuestro pueblo! ¡Viva Chile!

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