No es precisamente el doctor Baquedano el que está en el banquillo. El que está sentado en el banquillo es un régimen de oprobio, de crueldad infinita, un régimen de explotación y de indiferencia inaudita que todavÍa estira sus tentáculos en esta etapa de transición hacia el socialismo. Un régimen que permitió impulsó a la muerte por raquitismo a miles y miles de niños menores de doce meses cada año. Un régimen cuya divisa fundamental es “todo para mÍ y tú rasguña como puedas”.
Esto, y no otra cosa, es lo que ha sucedido con el anciano de ochenta años que dejaron sentadito arriba de una piedra bajo el puente Antivero para que, indudablemente, se muriera.
Nuestra crÍtica es en este sentido: ¿cómo es posible que un organismo fiscal llegue a tanta exquisitez de crueldad, que por no corresponderle se abandone asÍ a un hombre?
FÍjese. Es lo mismo que si usted tuviera por unos dÍas en su casa a un pobre anciano porque debÍa cumplir un compromiso, y luego de terminado éste usted tome su automóvil y con dos de sus parientes lo mande a morir debajo de un puente. ¿Qué quiere que le digamos nosotros? ¿Piensa usted que debemos felicitarlo? Por supuesto que no. Tenemos la obligación de criticarle su frialdad para asumir una decisión, porque después de todo se trata de una vida humana, sea como sea.
Ahora, si usted es todo un caballero, con mayor razón lo criticamos, porque de ser un patán usted habrÍa obrado normalmente. Ahora, si usted es una autoridad lo criticamos doblemente, porque una autoridad tiene responsabilidades. Ahora, si usted es una autoridad responsable de la salud de la comunidad, comprenderá que no le vamos a remitir pétalos de rosas porque es tres veces criticable su actitud, como hombre, como autoridad y como médico.
Es esta la razón de nuestras crÍticas, porque no puede quedar sentado el precedente de enviar a la muerte a un ser humano, simplemente porque no corresponde salvarlo. Esa es la ley de la selva, la ley de los crueles y de los inhumanos.
Yo entiendo por qué los médicos han respaldado al doctor Baquedano. En primer lugar por un sentido de cuerpo, que de verdad admiro y, enseguida, porque tienen un sentido de la profesión que los ha convencido que son seres especiales dentro de la sociedad, de una sociedad donde faltan miles de médicos, donde para hacerse un chequeo hace falta ser millonario, y donde para morirse hace falta un simple resfriado.
De verdad no estamos contra los médicos. Estamos contra un hecho incalificable y contra su culpable, a quien ya hemos identificado plenamente.