La descomposición de nuestro sistema sigue haciendo crisis. Sin ir más lejos, en nuestra propia provincia se está produciendo un hecho que caracteriza esta putrefacción de los intereses enquistados, que son defendidos en una maquinación represiva, fraudulenta e inmoral.

El caso de los abortos en el hospital de Chimbarongo, que ha costado ya cinco dÍas de incomunicación al director de ese establecimiento, detención transitoria a varios funcionarios y otros demases, muestran con claridad meridiana hasta qué extremo pueden desembocar estas anormalidades. El caso es que el doctor acusado es nada menos que ex-candidato a diputado, actual alcalde y juez de policÍa local de Chimbarongo. Casi nada.1

Naturalmente que el periódico representante de su partido lo ha defendido en forma “sincera”, “objetiva”, “independiente” y “desprejuiciada”. Sobre el particular quisiéramos acordarnos de lo que planteó El Guerrillero en la edición pasada, en la cual hacÍamos ver que la defensa de las vacas sagradas formaba una cortina de silencio cómplice. Pero aquÍ la cosa pasó de castaño a oscuro.

La Voz de Colchagua, como una yegua madrina embarazada, va repiqueteando de establo en establo que el doctorcito es una pobrecita vÍctima de persecución polÍtica. No se les ocurre otra cosa. Es un verdadero delirio de persecución contagioso. Pero hay dos clases de persecución polÍtica: una, en la que se persigue a quien defiende los intereses de la clase obrera, que lucha por sus reivindicaciones, que milita en un partido de pura raigambre popular y que por estos “crÍmenes” es deportado, encarcelado, quedando su familia desamparada y produciendo la destrucción de un hogar; la otra serÍa ésta, en que se ponen de manifiesto los abusos funcionarios, la falta de moral ciudadana, la irresponsabilidad cÍvica, el aprovechamiento indebido de un cargo público.

¡Qué diferencia! Por eso resulta grotesco hablar de persecución polÍtica para enmascarar el escándalo, la inmoralidad, la falta de principios. Só elo La Voz de Colchagua es capaz de servir de yegua madrina en un arreo impúdico y altamente delictuoso. Su colega, hermana putativa, ha preferido quedarse en el silencio cómplice porque el pez es demasiado gordo y sirve de muralla infranqueable para su escareada independencia periodÍstica.

Nosotros preguntamos: 1.° Si el doctor RÍos alega que la enferma venÍa con trabajo de parto anterior, ¿por qué no dio aviso oportuno al Juzgado del Crimen de este hecho, estando obligado a denunciarlo en su calidad de médico y de director del Hospital?

2.° ¿Por qué el doctor RÍos pretende desconocer el domicilio de la paciente, si existe la obligación de inscribir a cada enfermo que ingrese a un hospital con toda anterioridad? ¿Por qué, asimismo, pretende carecer de medios de identificación cuando la vÍctima tenÍa entre sus pertenencias su carnet de identidad? ¿No lo buscaron? ¿O el diablo lo hizo desaparecer hasta que llegó a las manos de la policÍa?

3.° ¿Por qué la paciente debió ir precisamente al hospital de Chimbarongo, estando más cerca de San Fernando y de San Vicente de Tagua Tagua? ¿No habrÍa ya un acuerdo anterior?

Quisiéramos escuchar las respuestas de la “honorable defensa”.

1Se refiere a Héctor RÍos RÍos (1904-1990), médico cirujano, militante del Partido Radical. Ejerción el hospital San Borja de Santiago y en el hospital de Nancagua en 1930, año en que fue nombrado director del hospital de Chimbarongo, donde jubilón 1962. Fue alcalde y regidor de esa comuna durante varios perÍodos. Diputado por los departamentos de San Fernando y Santa Cruz entre 1969 y 1973.

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